
De la Creatividad
Cuando tenía 9 años, mi madre recibió una carta del colegio en la que mi tutora le prevenía del peligro de que yo tenía «demasiada imaginación», que era demasiado creativa. Esta técnica de pensamiento, la creatividad, era vista por los profesores de mi colegio privado de élite como un lastre que conducía al fracaso y la decadencia personal.
Aquello me impresionó muchísimo (gracias a dios, mi familia siempre valoró y propició la creatividad como un valor sine qua non un individuo devenía en sano y pasaron ampliamente de la misiva). Cómo era posible que se viese la imaginación/creatividad/magín como algo negativo?
«No genera dinero», decían.
En mi mente infantil, aquello ya sonaba a estupidez, ya que percibía todo progreso como fruto de la creatividad, o para que ellos lo entendiesen, cada patente o producto comercializable. Todo lo útil salía de un proceso creativo.
Me dí cuenta, en aquel momento, de que aquello se iba a convertir en mi caballo de batalla de por vida.
Quizás es que damos algunas cosas por sentado y nos falta un poco de reflexión para crear nuevas pautas y hábitos que nos permitan avanzar (ahí es nada).
Así que echemos un vistazo.
CREATIVIDAD
Lo primero que llama la atención es que se trata de un término muy nuevo, de hecho no aparece en la RAE hasta 1984.
Creatividad
- f. Facultad de crear.
- f. Capacidad de creación.
Bueno, tampoco es que nos saquen mucho de dudas …
El concepto de creatividad es una construcción cultural, sin embargo se trata de un talento que está ahí, en nosotros, desde siempre, aunque no le hiciésemos mucho caso.
Siempre despreciada, la creatividad sólo se le concedía a los poetas en la Grecia clásica; y en la Roma – base de nuestra cultura – tampoco iban mucho más allá: sólo los poetas y los artistas pertenecían al grupo de los que tenían la imaginación en común.
En la Edad Media, las cosas empeoran y se introduce el concepto de Fantasía que, según San Agustín, era una habilidad inferior más relacionada con la sensibilidad que con el entendimiento. No se me escapa esta connotación hiperantropocéntrica y patriarcal de la contraposición progreso/tecnología/ciencia – superior, positiva y masculina – versus creatividad/imaginación/arte/fantasía – inferior, negativa y femenina.
Y ya la teníamos liada.
Cierto es que tuvimos, a mi entender, un periodo de progreso con respecto a la percepción de la creatividad en el Renacimiento, en donde se potenciaba el individuo consciente, preparado y creativo (quizás sea Leonardo el arquetipo de ese ser renacentista: multifacético, original, observador y curioso … y extremadamente imaginativo). Pero la historia fué rodando cara al positivismo, y ese avance social del valor «creatividad» – habilidad presente en todas las personas – se frenó en seco, aplicándosele el sanbenito de caracter negativo, propio de artistas, bohemios y maleantes, que no produce nada de valor.
Aunque a partir de mediados del siglo XX se empezó a estudiar y ahondar en los procesos creativos, en términos generales, el carácter bien empresarial bien marketero de la creatividad acortan el campo de alcance de semejante arma mental estratégica.
Sin embargo, la creatividad es el rasero que nos hace iguales. Todos tenemos la capacidad de conectar ideas existentes y generar algo nuevo, una respuesta útil y original que resuelve un problema. Leonardo era sin duda creativo, pero mi abuela montando una cena increible con lo que había en la nevera, también.
Vivimos un momento muy complicado, y el panorama que se avecina, muy posiblemente, lo será más – por desgracia. Estos nuevos tiempos demandarán de todos nosotros una nueva visión de la realidad y una adaptación máxima a las circunstancias cambiantes. Será necesaria una visión fresca y eficaz de todos los ámbitos de nuestro aquí y ahora: el medio ambiente, la economía, los procesos laborales e incluso, la sociedad misma; analizar la situación y desarrollar soluciones creativas que nos permitan avanzar.
Tenemos una gran herramienta sobre los hombros, no la desaprovechemos.